Saturday, March 27, 2010
APOLO Y DIONISO, UNA MIRADA A OCCIDENTE
Los dioses griegos son personalidades definidas que se relacionan en un espacio dramático.
El primero en visualizarlo es un ciego: Homero.
En muchos sitios de la Europa del Este se sigue representando el poema de la Iliada y la Odisea a través de cánticos que se van modificando libremente
Fidias el gran escultor de la mitología, se encargó de corroborar las imágenes que Homero había creado en su cabeza y que sólo habían sido transmitidas por generaciones de manera oral. El arte de Fidias, que llevó a Grecia a su etapa clásica, fue hasta el siglo V, antes de esto el mundo griego era capaz de poner en juego las fuerzas dionisíacas y apolíneas y con esto equilibrar el cosmos.
(La Iliada
Narra la cólera de Aquiles; semi dios hijo de Tetis, una ninfa del mar y Peleo Rey de los mirmidones.
Los veinticuatro cantos o rapsodias, compuestos por 15,691 versos tratan en sí, de los nueve días finales del asedio a Troya; la obra inicia con la cólera de Aquiles, su retiro de la lucha y culmina con la muerte de Héctor (hijo de Príamo Rey de Troya y Hécuba).
Tras nueve años de guerra entre Aqueos y Troyanos la peste se desata en el campamento Aqueo, el adivino Calcas vaticina que la peste no cesará hasta que Criseida, esclava de Agamenon (comandante del ejército Aqueo), sea devuelta a su padre Crises, sacerdote de Apolo.
El Rey Agamenón entrega a Criseida, pero enojado arrebata a Aquiles su parte del botín, la sacerdotisa Briseida; afrentado Aquiles se retira de la lucha hasta en tanto el fuego Troyano no alcance sus naves. Inmediatamente su ausencia se nota en el campo de batalla, los troyanos encabezados por Héctor causan estragos en el campo de lucha, estando el enemigo muy cerca de las naves; Patroclos, escudero y amigo de Aquiles le ruega le permita participar en la batalla enfundado en la temida armadura de Aquiles.
Patroclos vestido o disfrazado como Aquiles causa temor entre los Troyanos y los pone en fuga; pero Héctor, matador de hombres no cae en el ardid y da muerte a Patroclos y lo despoja de la armadura de Aquiles. El dolor de Aquiles es muy grande, su madre Tetis pide a Hefestos, dios del fuego, fabricar una espléndida nueva armadura para su hijo Aquiles. Encolerizado Aquiles regresa al campo de batalla; deseoso de vengar a Patroclos, da muerte a tantos guerreros Troyanos que llena de cadáveres y sangre el lecho fluvial del rio Escamandro; indignado el rio lo ataca y se da una fiera lucha entre el semi dios
Aquiles y el Escamandro, la intervención de Hefestos permite la salida victoriosa de Aquiles.
Tras una persecución alrededor de Troya, Aquiles da muerte a Héctor, lo despoja de sus armaduras y como trato ignominioso, ata una cuerda a su carro de batalla y arrastra el cadáver de Héctor.
La Odisea
Consta de 24 cantos. Al igual que muchos poemas épicos antiguos, comienza “in medias res”, lo cual significa que empieza en mitad de la historia, contando los hechos anteriores a base de recuerdos o narraciones del propio Odiseo. El poema está dividido en tres partes.
En la Telemaquia (cantos del I al IV) se describe la situación de Ítaca con la ausencia de su rey, el sufrimiento de Telémaco y Penélope debido a los pretendientes, y cómo el joven emprende un viaje en busca de su padre.
En el regreso de Odiseo (cantos del V al XII) Odiseo llega a la corte del rey Alcínoo y narra todas sus aventuras desde que salió de Troya.
Finalmente, en la venganza de Odiseo (cantos del XIII al XXIV), se describe el regreso a la isla, el reconocimiento por alguno de sus esclavos y su hijo, y cómo Odiseo se venga de los pretendientes matándolos a todos. Tras aquello, Odiseo es reconocido por su esposa Penélope y recupera su reino. Por último, se firma la paz entre todos los itacenses).
Para narrar tanto la Ileada como la Odisea, no era necesario escribir los versos porque hacerlo hubiera implicado el que las ideas quedaran estáticas, el movimiento interno de la poesía le permitía variantes, omisiones y todo tipo de imágenes nuevas dentro del mismo poema en cada ditirambo o verso.
El mundo arcaico de Grecia genera una relación entre la naturaleza y la colectividad que busca el equilibrio. Conforme la sociedad va avanzando, se hace más tensa la fuerzas primigenia en contra del entorno social. Los Héroes legendarios, son el primer muro de contención y deberán vérselas con monstruos, furias y erinas.
Grecia es la primera cultura en establecer una separación entre culto celeste y culto terrenal. La grandiosidad griega es apolínea. Los dioses vivían en una cumbre que rozaba el cielo. Desde las alturas la tierra se mira con desprecio. En esa elevación se crea el conceptualismo e intelecto máximos de occidente.
Durante treinta dinastías, del faraón egipcio, un rey divinizado, masivo, ajeno, fuerza impositiva de un canon preestablecido, llegamos al “kuros” griego, un joven divinizado. Entre el imperio antiguo faraónico de Egipto y Fidias en Grecia transcurren dos mil años de historia, pero en la historia del arte hay sólo un paso. El paso que da la imagen, de una escultura de cuerpo cerrada, a una imagen que libera la masa del aire. El cuerpo y su movimiento, la fuerza de un paso adelante altera por completo la idea del arte. La historia del arte griego es la búsqueda de la perfección, a través del ensayo y el error.
Los dioses griegos son tan bellos como los humanos, su carne es sensual pero la gran diferencia es que es incorruptible.
La visibilidad de los dioses griegos es intelectual, es una simbolización del espíritu sobre la materia, es el triunfo del espíritu. El arte es una glorificación de la materia en el espíritu.
Grecia busca plantear su ideal en lo inteligible, lo determinado, lo mensurable, como opuesto a lo fantástico, lo vago, lo informe. Lo apolíneo es una línea trazada en contra de a naturaleza. La filosofía busca esclarecer el misterio, lo revela a través de una idea. Trabaja en la idea y rechaza cualquier imagen por idólatra. Sólo ciertas imágenes pueden ser representadas.
Debido a que la elevada condición genera arte, podemos asumir que en la naturaleza no hay pensamiento, ni idea, luego entonces, no hay arte.
El mundo griego transformó a las imágenes distantes y barbadas del mundo medio oriental en hermosos jóvenes o efebos. El arte del efebo llegó a ser el amaneramiento helenístico. Dejar atrás toda idea de la belleza arcaica, de la conexión con la tierra.
Apolo, asociado con Artemisa, buscan la belleza elevada. Por primera vez, una mujer es parte de esa cacería. Lejos ha dejado su vocación de ser fértil y se nombra amazona de la belleza occidental. La que ha sido creada por el hombre. Triunfo de la mirada estética. Apolo y Artemisa son la representación del rayo de la belleza, su mirada es fría, distante, poderosa.
Artemisa es la amazona del Olimpo, aquella que busca en la virginidad un derecho y busca en el bosque recuperar la fuerza natural.
La batalla entre griegos y amazonas es uno de los más grandes temas de Grecia. La amazonomaquia o lucha de las amazonas significa la lucha de la civilización en contra de la barbarie.
Sólo hubo una amazona que se dejó vencer ante el amor, Pentesilea. Aquiles lucha contra ella y la vence desenmascarándola.
Artemisa o su representación en copias romanas, es púdica, resiste el haber sido vista durante su baño en el río tapándose delicadamente. Es vulnerable, es al mujer sometida al mundo del hombre. Su cuerpo es un objeto descubierto que existe a partir de la mirada de quien la sorprende, la vulnera y la elige.
Palas Atenea, es la diosa elegida por los atenienses, es quien gana a Poseidón por derecho propio, por inteligencia. Es la diosa que surge del pensamiento de Zeus, de un dolor de cabeza espantoso, sale armada, con sus escudo con el rostro de Medusa y con la égida que es su protección natural y que está hecha de la piel de una cabra y de serpientes que representan la fuerza ctónica. Es un soldado inteligente, una mujer que jamás cumplirá con su función de mujer. Una diosa que protege a una ciudad y que, como guardiana, no descansa nunca.
Atenea es la pureza aterradora, reta todo y a todos.
Atenea nace de la agresión, tiene que abrirse camino. Es de una sexualidad dual pero no usa su sexualidad.
Atenea representa sólo el yo despierto, las energías diurnas. La Gorgona está en el pecho de Atenea pero no en su corazón.
Atenea actúa con frío cálculo. Es la fuerza de la astucia, esta divorciada de la tierra porque representa la inteligencia del hombre, elaborada por el hombre.
Se limita a funcionar y a estabilizar.
Dioniso representa la eliminación de la mirada occidental. Es el heredero de la gran madre, de la fuerza ctónica. Es el más grande de los dioses agónicos de las culturas mistéricas. De su culto surge los dos rituales que más han afectado a la cultura occidental: la tragedia y la liturgia cristiana.
Ditirambo o verso griego significa doble puerta, es abrir a una dualidad. Dioniso puede cruzar el umbral de la sexualidad y convertirse en ménade. Lo hace cuando las orgías dionisíacas lo provocan. Dioniso es un fluido, es humedad que baña la tierra y la fertiliza, es el liquido que preña a la naturaleza, funciona para continuar el ciclo de la vida.
Dioniso está en todo, nada le repugna porque es parte del todo, de las fuerzas de la tierra y en las del cielo. Dioniso nos recuerda que somos esclavos de nuestro cuerpo, es tormento y es angustia por no poder prolongar en el cuerpo la idea que tenemos de este.
Dioniso representa al placer doloroso, es el barbarismo y la brutalidad de la madre naturaleza. En Dioniso no hay serenidad, hay una ruptura del orden creado por el mundo apolíneo. La orgía dionisíaca terminaba en desmembramientos y mutilaciones.
La naturaleza dionisíaca es un cataclismo. En la danza son contorciones que casi rompen el esqueleto, parecidas a los concierto de rock y a los “raves”
Grecia buscaba el equilibrio entre la conciencia de orden y la fuga de energía dionisiaca, las fiestas o carnavales no eran espectáculos para distraerse, era un ritual de concentración que buscaba la catarsis. En el arte se pretende reconstruir ese pasaje. El carnaval con su máscara es poder revelar una realidad más profunda ocultando el rostro que a su vez oculta todo.
El cuerpo elegido, sustituto del dios, es sacrificado y hecho pedazos y esparcido o ingerido como semilla de la nueva vida.
Comerse a la divinidad es interiorizar la fuerza divina. Isis toma los pedazos de Osiris y con estos engendra a Horus.
En la última cena el Cristo toma pan y vino y lo reparte entre sus discípulos y dice “Tomad y comed todos de mi cuerpo…”. La transustanciación es un acto en el que no hay simulación, es el cuerpo y la sangre del Cristo.
Las religiones mistéricas implican una comunión, una unión de lo divino con lo humano. Es una vibración, un temblor, una entrada del tiempo mítico recuperando un tiempo que se ha reducido a ser lineal.
Lo apolíneo y lo dionisiaco. Los dos grandes principios occidentales, gobiernan la vida y el arte. Dioniso es la identificación y Apolo es la objetualización.
Dioniso nos transporta hacia otros lugares, tiempos y otras sensaciones. Apolo es la distancia fría y severa de la identidad y el pensamiento categórico occidentales.
Dioniso implica éxtasis, histeria, promiscuidad, emoción, discriminación de toda idea práctica.
Apolo es la obsesión el “voyeurismo”, la idolatría, la mirada fría y agresiva, la petrificación de los objetos.
La belleza completa es imposible igual que la armonía no puede ser. Nuestras ideas y sensaciones separan el cuerpo.
El arte refleja y resuelve el eterno dilema humano del orden contra la energía.
Apolo marca las líneas que encuadran a la civilización y que conducen la convención a la opresión y a la limitación.
Dioniso es la energía desatada, insensible, destructiva y derrochadora.
Apolo es la ley, la historia la tradición, la dignidad, y la seguridad de la costumbre y la forma.
Dioniso es la novedad excitante y tosca que se lleva todo por delante para volver a empezar.
Apolo es un tirano, Dioniso es un vándalo. Hemos sembrado el mundo de occidente de estas dos fuerzas, una la que nos lleva a las grandes creaciones, a los espacios construidos, a las ideas alcanzadas, la otra es la que cuestiona esos espacios para plantear otros y jamás terminar.
Apolo, unidad y pureza, Dioniso cambio y metamorfosis.
Dioniso es el que nos permite dejar de ser nosotros mismos. Apolo nos hace regresar a nosotros mismos.
Para Ernst Cassirer, el mundo mítico estaba lleno de imágenes caóticas, inestables, en proceso de metamorfosis, constantes. El mundo se encarga de ordenar las cosas y las propiedades.
El ser creador en cualquiera de sus posibilidades lucha por contener ese caos y volverlo imagen.
Las visiones oníricas son magia dionisíaca que actúa en la inflamación sensorial del sueño. El sueño es la caverna a donde descendemos noche tras noche; es la cama, la madriguera que nos conduce en el tiempo a otro tiempo, el tiempo primigenio.
Apolo se encarga de lo bello, lo visionario en cuanto es control de la energía, todo lo que tiene que ver con la vista. Con la distancia estética. El ojo es el punto de vista. La húmeda fluidez dionisíaca suaviza las afiladas aristas de las cosas.
Dioniso amplia la identidad pero mata la individualidad. Ésta pertenece al mundo de Apolo. El cristianismo intentó separar las fuerzas naturales del amor pero no lo ha logrado del todo. Dioniso otorga libertad de acción pero no derechos civiles. En la naturaleza entramos en el caos y participamos de la orgía sin posibilidad de apelación. En la cultura universal buscamos esa mesura que sólo imaginamos y que jamás tendremos del todo.
Si el ser humano se olvida del equilibrio que debe tener con la tierra, construye más alto, rebasa los límites, se vuelve soberbio, reta y se aleja pensando que es dios de su propio mundo. Por eso las caídas son más terribles. El entorno social se ha decantado sin tomar en cuenta que esa naturaleza existe. Por eso las cárceles, las leyes, la pena de muerte. El ser humano no acaba de entender su propia naturaleza, la disfraza de ley, derechos y moral.
Grecia ha quedado atrás, el triunfo de la forma, lo sublime conquistó el espacio y desterró al ritual, al reconocimiento en el arte, el amor y la religión.
Susana Crowley
Bibliografía:
Margaret Mead; Masculino y femenino (1949) Madrid, Minerva ediciones.
Mircea Eliade, Shamnism: Archaic Techniques of Ectasy, Nueva York 1964
Homero, Odisea. Espasa Calpe. (1994)
Jane harrison, Themis: A study of the Social Origins of Greek Religión (Cambridge, 1980)
Máximo Cacciari, El dios que baila, espacios de saber,Paidos, Buenos Aires 1999
Información extractada de Weekepedia.
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